Imagino que recordaréis fácilmente un héroe de la literatura inglesa, Robinson Crusoe. Él ya nos enseñó a protegernos contra los pensamientos y sentimientos negativos. Cuando fue a parar a su isla, indefenso, sin compañeros, sin esperanza de que le salvaran, un sentimiento depresivo le oprimía con fuerza. Pero se dijo a sí mismo; ninguna situación no puede ser tan desesperada como para aturdirse. Así que cogió un lápiz (más bien un trozo de madera del barco naufragado) y escribió lo bueno y malo de su situación.
Malo |
Bueno |
He ido a parar a una isla y no tengo esperanza de salir de ella |
Pero estoy vivo y no me he ahogado como los otros compañeros |
He sido escogido entre todas las personas para sufrir una gran infelicidad |
Pero he sido escogido entre toda la tripulación para librarme de la muerte |
No tengo ropa para vestirme |
Pero estoy en una tierra cálida, donde no podría llevar ropa aunque tuviera |
¿Se engañaba a sí mismo al pintar de color de rosa su situación? No, porque las dos caras son ciertas. La cuestión es con qué cara lo miramos, y normalmente nos es más útil ver las cosas de manera optimista. Decidirse por la botella medio llena es uno de los remedios más efectivos que hay contra el abatimiento.
La terapia psicológica proporciona ayuda para aprender a reorientar nuestra manera de pensar. Esto puede ser muy útil cuando los modelos de pensamiento negativos ya están muy arraigados a causa de una larga fase de abatimiento. Pero para el uso cotidiano generalmente uno mismo también puede ponerlo en práctica.
¿Cómo abrir los ojos?
Cuando sufrimos abatimiento, nos cae encima una avalancha de pensamientos negativos. A menudo ya estamos tan acostumbrados a estas cadenas de pensamientos que son muy rápidas, casi como un reflejo. Por lo tanto, lo primero que tenemos que hacer es darnos cuenta de están ahí. Tal como hizo Robinson es especialmente efectivo escribir todos nuestros temores y pensamientos negativos en un papel. Nos será mucho más fácil, comprender y comprobar nuestras suposiciones negativas, al verlas por escrito que cuando nos rondan por la cabeza. Lo ideal es escribir estos pensamientos en el mismo momento en que nos damos cuenta. A continuación va bien apuntar lo que contrarresta nuestros temores y pensamientos negativos.
Un ejemplo que suelo poner a mis pacientes es: Nuestro hijo adolescente ha salido de fiesta y ya han pasado tres horas de retraso de su hora límite. No nos ha llamado ni avisado, y al llamar a su móvil está apagado. Pensamientos negativos que podrían pasarnos por la cabeza son: «le puede haber pasado algo», «tal vez se ha hecho daño y no puede avisarme», etc. En este caso otro tipo de pensamientos más positivos o realistas que también podrían haber sucedido serían: «se lo está pasando bien y no se ha dado cuenta de la hora» «tenía ganas de quedarse un rato más y se ha quedado sin batería o no tiene cobertura «, etc.
Nadie debe avergonzarse de tener que apuntar de aquí en adelante sus pensamientos «negativos». Escribir es sólo una ayuda inicial, al igual que lo son las ruedas supletorias en las bicicletas infantiles. Pronto el control sobre las sensaciones y los pensamientos negativos se convierte en un hábito y somos capaces de dominarlos a los pocos segundos. En la misma medida que aumenta esta habilidad, disminuye también su presencia. Si aun así uno ve que le es muy difícil hacerlo solo, puede contactar con nosotros y le ayudaremos a ver el vaso más lleno o ¡a motivarle para ir a buscar más agua!
Articulo publicado por BenSalut en Circ de Tarragona