Un día un profesor entro en clase y se dirigió a la pizarra. Todos los alumnos observaron en silencio. El profesor buscó una tiza y comenzó a escribir la tabla de multiplicar del 9 en la pizarra, de esta forma:
9 x 0= 0
9 x 1= 7
9 x 2= 18
9 x 3= 27
9 x 4= 36
9 x 5= 45
9 x 6= 54
9x 7= 63
9 x 8= 72
9 x 9= 81
9 x 10= 90
Los alumnos comenzaron a reír. Y el profesor les preguntó: ‘¿de qué os reís?’
Un alumno contestó: ‘La tabla tiene un error… 9×1 no es 7, sino 9’.
El profesor contesto: ‘Bien, escribí esta ecuación mal a propósito, porque me gustaría que aprendan algo importante; Yo solo me equivoqué en esta ecuación y escribí todo lo demás correctamente, es decir, lo hice bien nueve veces pero nadie me felicitó por eso. Pero, cuando vieron mi error todos se rieron y bromearon.
Y así os juzgará la vida: el mundo no alabará vuestros millones de aciertos, sino que se fijará en los pocos errores que cometáis’.
Los alumnos se quedaron pensando y asintieron. Cada uno valoró esta respuesta de forma diferente. Unos pensaron en lo injusta que podía llegar a ser la vida, incluso ellos mismos, al centrarse siempre los errores de los demás. Otros fueron más allá y pensaron en cómo afrontar las críticas de forma más constructiva.
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